Jorge Roberto Márquez Meruvia[*]
La pobreza en Bolivia
no solamente es económica, sino también cubre todo lo que podemos imaginar.
Hace un par de semanas atrás un popular cantante de los 90’s inició una campaña
contra la televisión basura. Según su criterio, la televisión basura es un
programa local de farándula de Santa Cruz de la Sierra. Para que sus seguidores
no estén aturdidos y confundan sus buenas intenciones para con la cultura y los
valores de nuestros hijos, mencionó que los programas nacionales que podrían
encajar en el concepto de televisión basura no lo son, ya que los participantes
de estos reality show firman un contrato con las televisoras y tienen el
derecho de mostrar su podredumbre ante las cámaras; pedía al pueblo boliviano
apoyar una petición para acabar con la televisión que destruye y muchos
bolivianos apoyaron sin la más mínima crítica. La voz del pueblo y del gran
artista era pedirle al Estado crear un ente regulador de la televisión basura
por el bien de nuestros hijos.
Alcides Arguedas
mencionaba en Pueblo Enfermo: “La
idea de grande nos es familiar y común. Las montañas pasman; los ríos son
enormes brazos de mar; las llanuras desmesuradas hacen concebir la idea del
infinito. Fauna y flora muestran una variedad y riqueza sorprendentes; los
sentidos están hechos para percibir lo enorme, lo grandioso; y la imaginación
sólo concibe lo mejor y lo perfecto. Poco curiosos, no teniendo al alcance de
la vista sino el espectáculo de nosotros mismos, ignoramos el valor de lo
demás. Circunscrito el país dentro de sus propias fronteras, sin contacto
frecuente con las demás naciones, sólo le interesa la contemplación y la
valoración de sus propios medios.” Los productores de televisión y
presentadores posiblemente creen ingenuamente que son insuperables y que dan a
la audiencia los mejores contenidos. Llegan a contemplarse en el espejo con
tanto brillo que los deja obnubilados y no logran ver los errores garrafales
que cometen, ni tampoco logran ver otros contenidos televisivos extranjeros.
La pelea contra la TV
basura es una lucha perdida. Las televisoras bolivianas son pobres, les resulta
más barato importar contenidos malísimos de Perú, México, Brasil, Argentina y
Colombia. Los programas que se presentan en horarios estelares son franquicias
a cual peor y parecen que cumplen con las expectativas de los televidentes.
Esto se puede evidenciar incluso en las famosas revistas matinales las cuales
bajo la excusa de informar y alegrar nos dan a conocer noticias que no merecen
la pena y con la excusa de humor ponen en pantalla las expresiones más
ordinarias y chabacanas de supuestos humoristas que son parte del equipo de
presentadores. La Revista Al Día de Bolivisión
descubrió que se comienza a lucrar con la fe. Seguramente, desconocen cosas
como la venta de indulgencias llevada a cabo por la iglesia católica hace
siglos atrás. Lo que es más preocupante es que usan como base una página de Facebook
que hace sátira de las iglesias cristianas; estos presentadores parecen
desconocer los significados de la ironía, la sátira y la burla.
El filósofo alemán
Jürgen Habermas en su Teoría de la acción
comunicativa observa que la manera de interrelación social del ser humano
cambia de manera más que drástica. De una sociedad que tenía como base los
ritos y el aprecio de lo sagrado al gran salto del uso del signo lingüístico,
con ayuda del pensamiento racional las “verdades” adoptadas por las diversas
sociedades son sometidas a la crítica. Esas ideas, esas verdades gracias a los
medios de masas van creando ciertas costumbres y así inicia la reproducción
cultural. También, menciona que en la evolución histórica mencionada
anteriormente los medios consideran una distinción importante: “lo público” y
“lo privado” como dos esferas muy diferentes. Para ejemplificar “lo público”
serían noticias de interés común como ser la interpelación de un ministro de
Estado ante el Parlamento. “Lo privado” vendría a ser lo que hacen en sus
vacaciones los “famosos” del medio local, nacional, o internacional y que no
son de interés público. Así como no sería de interés público el color favorito
de algún gobernador o alcalde.
Giovanni
Sartori es un poco más apocalíptico, en Homo
Videns: la sociedad teledirigida nos dice que el Homo Sapiens es ya un
recuerdo sin sentido y que el mundo en el vivemos se encuentra dominado por el
Homo Videns, el hombre que simplemente ve y cree en lo que ve. La reflexión se
convierte trágicamente en un ejercicio del pasado, el hombre ha dejado de lado
el pensar y simplemente cree en lo que los medios de comunicación en una
sociedad de masas le ofrecen.
Para
terminar podríamos parafrasear a Umberto Eco y así como Las redes sociales le
dan el derecho de hablar a legiones de idiotas, la televisión
le abre las puertas a los idiotas.