Jorge Roberto Márquez Meruvia[*]
El café del Club de La
Paz tiene un sector conocido popularmente como el muro de los lamentos. Desde
principios del siglo XX los intelectuales y políticos bolivianos se reunían ahí
para hablar sobre el catastrófico porvenir de Bolivia. Entre los miembros
ilustres del muro de los lamentos encontramos a Mamerto Urriolagoitia y Enrique
Hertzog, entre otros. Imaginemos ése muro de los lamentos como un elemento
simbólico que podemos desplegarlo a cualquier parte del país por ejemplo al
oriente boliviano.
Es en Santa Cruz de
la Sierra en un prestigioso hotel del segundo anillo donde el muro de los
lamentos hace presencia discutimos con algunos amigos que tienen un apego casi
amoroso al tabaco (viciosos) sobre el futuro de Bolivia. La primera reacción es
una carcajada desaforada, ya que hay que tocar el tema con seriedad. Lo que nos
llama la atención es el desprecio gubernamental por la naturaleza, todo indica
que no podemos aprender del desabastecimiento de agua en la ciudad de La Paz y
del casi eterno problema de Cochabamba por el líquido elemento. Las
hidroeléctricas que son parte de los proyectos gubernamentales inundaran
grandes sectores de bosques y selvas, destruyendo consigo a fauna y flora. La
carretera que pasará por el Territorio Indígena y Parque Nacional
Isiboro-Sécure será la entrada para extractivistas de recursos naturales de
toda laya y permitirá en un futuro explotar los recursos de las demás áreas
protegidas del país.
Las elecciones
judiciales son un chiste mal contado del impulso revolucionario del gobierno,
parece que la clase política olvida el 60% de votos blancos o nulos y los
magistrados elegidos gozan de muy baja legitimidad. El proceso de selección de
magistrados por parte de la Asamblea Legislativa Plurinacional nos confirma el
excelente estudio y descripción de los parlamentarios bolivianos llevado a cabo
por Manuel Rigoberto Paredes en Política
Parlamentaria en Bolivia donde menciona: “La ineptitud intelectual
constituye en política una gran cualidad”. Las actuaciones del oficialismo y la
oposición son totalmente deleznables, convirtiéndose en la muestra de
chabacanería popular que forma los espacios de entretenimiento de los
noticieros. Las elecciones judiciales son la toma del órgano judicial y que se
resiste a ser reformado. Pensar que con una elección de distinguidos desconocidos
el sistema judicial llegue a mejorar es parte de la ingenuidad revolucionaria.
En vista de que nos
encontramos cerca de elecciones generales es jocoso ver que las encuestas
manejan como grandes candidatos a Calos Mesa Gisbert quien no tiene intenciones
de postularse a la presidencia y Evo Morales Aima quien se encuentra
imposibilitado por la constitución y el referéndum del 21F. El resto
simplemente se encuentran nombrados por figurar y en ellos se puede aplicar una
máxima de Ludwing von Mises: “lo peor que le puede pasar a un socialista es que
su país sea gobernado por socialistas que no son sus amigos”.
Al caer la velada
vino la profecía apocalíptica, nos inspiramos en Quevedo y su famoso “creyendo
lo peor, casi siempre se acierta”. El peor de los escenarios posibles es que se
cancelen las elecciones generales y que el 22 de enero de 2020 sesione la
Asamblea Constituyente la cual será conformada por los actuales parlamentarios
donde el MAS tiene mayoría. Recordemos que la ALP ya cuenta con representantes
indígenas y es posible que abran un pequeño espacio para representantes de los
movimientos sociales afines al gobierno. La excusa para tal bajeza e infamia
sería que la actual constitución no fue la originaria de Sucre, ni de Oruro,
tuvo que pasar por manos del parlamento neoliberal quienes hicieron
modificaciones que no logran que avance la revolución democrática y cultural.
Esperamos errar en la profecía. Sin embargo, nos llama la atención el hecho de
que el fanatismo se apodera de la política. Un ejemplo de ese accionar son
declaraciones como: “no soy del MAS, soy evista”, “sin Evo no hay futuro” que
fácilmente son muy parecidas a: “no soy del Partido Nacional Socialista Alemán,
soy hitleriano”, “sin el Führer no hay futuro”.
¿A qué precio? Al de
nuestras libertades y la democracia. Así descubriremos que las revoluciones no
dialogan ni debaten.