Jorge Roberto Márquez Meruvia[*]
Tras dos años del referéndum constitucional llevado a
cabo el 21 de febrero de 2016 donde los ciudadanos le dijeron no al régimen de
Evo Morales de ir a otra elección nacional y tras la luz verde que le dio el
Tribunal Constitucional Plurinacional el 28 de noviembre del año pasado para
ser reelegido de manera indefinida bajo la excusa de la prevalencia
de convenios internacionales sobre la Constitución Política del Estado, habilitando
la repostulación de Evo Morales y Álvaro García Linera para los siguientes comicios
electorales generales los ciudadanos salieron el 21F a las calles manifestando
su malestar mediante un paro nacional, marchas y bloqueos. Más allá de los
análisis exitistas y del redundante discurso de la victoria ciudadana en la
calles contra el régimen es momento de bajar de la nube de la victoria pírrica
y ver de manera fría el escenario político.
Según
el Índice de Desarrollo Democrático de América Latina países como Venezuela y
Bolivia son democracias y no dictaduras. Ya que existe división de poderes:
ejecutivo, legislativo, judicial y electoral. No son regímenes de partido
único, existe una oposición (inerte e inútil) contra el gobierno constituido.
Los ciudadanos salen libremente a protestar, incluso lo hacen frente al
presidente en un evento como el Dakar como lo hizo el piloto boliviano
Leonardo Matínez pidiendo el respeto de la constitución y el referéndum.
En
Bolivia estamos bajo una tiranía muy inteligente que utiliza la
democracia a conveniencia y la ciudadanía utiliza formas de protesta
muy convencionales como la de finales de los 70's del siglo XX. Parece que no
nos damos cuenta que el método de lucha no funciona, si fuera efectivo Nicolás Maduro hace
mucho ya no sería presidente de Venezuela debido al centenar de protestas en
las calles contra su gobierno. Empero, teniendo el ejemplo del país caribeño
los bolivianos insistimos en las protestas tomando las calles con paros,
marchas y bloqueos. Parece que una maldición estuviera sobre nosotros.
¿Qué
mal sufrimos entonces? La respuesta es simple: la apolítica. El régimen en 12
años se ha empeñado en hacernos pensar que el quehacer político es execrable.
Activistas y plataformas ciudadanas parece que le han tomado la palabra al
gobierno y sus protestas tal como lo mencionó el Rector de la Universidad Mayor
de San Andrés en una multitudinaria manifestación en defensa del referéndum es
que la movilización no es política y que esto es una muestra del empoderamiento
ciudadano. Olvidando generosamente, que el ciudadano goza de derechos políticos
y debe ejercerlos. Lamentablemente, la masa en las calles no goza con
representación política y esto es muy conveniente para Evo Morales y el
Movimiento Al Socialismo.
En
nuestra historia reciente Carlos Mesa Gisbert menciona en Presidencia
Sitiada: memoria de mi gobierno que Gonzalo Sánchez de Lozada utilizó
la paradoja del objeto inamovible y la fuerza irresistible para explicar los sucesos
que pasaron en febrero y octubre de 2003. El 17 de octubre se dio el choque de
la fuerza irresistible contra el objeto inamovible, donde la fuerza quebró al
objeto. A partir de ése momento se configura el actual escenario político
boliviano. La fuerza irresistible tenía representación política: Evo Morales y
el Movimiento al Socialismo; al igual, que el objeto inamovible era Gonzalo
Sánchez de Lozada y la cúpula del Movimiento Nacionalista Revolucionario. Tal
escenario es muy lejano hoy. Los partidos políticos de la oposición no logran
cautivar a la multitud descontenta, tampoco logran generar una propuesta
diferente a la gubernamental. Unidad Demócrata la alianza opositora se
encuentra conformada por Unidad Nacional (perteneciente a la Internacional
Socialista) y el Movimiento Demócrata Social (partido socialdemócrata).
Al
no existir una propuesta diferente el escenario político boliviano se resume en
la lucha de la izquierda revolucionaria en el poder contra la izquierda
deslactosada donde el Estado es un botín político donde la administración
pública anda en expansión a costa de la población y la ciudadanía descontenta sin
representación política parece esperar una propuesta liberal que no existe en
el sistema político.