El fracaso es
potencialmente un tormento dulce que está por venir. Aunque desde lo más
profundo de nuestro ser lo neguemos y veamos al fracaso con temor; más aún si
hay poder en juego, terminamos siendo poco racionales y críticos de nosotros
mismos. Cometemos errores, olvidando lo implacable que suele ser la Ley de
Murphy: “si existe la posibilidad de que varias cosas vayan mal, la que cause
más perjuicios será la única que salga mal” que en el caso boliviano es una
constante y ahora la podemos ver en la perdida de personería jurídica de Unidad
Demócrata en el Beni. El error garrafal de Carmelo Lenz puede interpretarse
como “ingenua” y de optimismo desbordante, no olvidemos que “sólo una comunidad
puede brindar la seguridad emocional y el reconocimiento primordial –exento del
principio de rendimiento y desempeño-”[1],
terminamos cometiendo pequeños deslices que pueden convertirse en grandes
“catástrofes”. Los políticos parecen olvidar en el escenario en el cual se
desenvuelven, muy idealistas cometieron el pequeño error de pensar por un
instante que el Tribunal Supremo Electoral es “imparcial” y que vivimos en un
Estado institucionalizado con una sociedad abierta, que dejo atrás la sociedad
informal y limitada[2].
Un pequeño desacierto los dejo fuera de la carrera electoral en el departamento
del Beni, un pequeño problema de memoria hizo que olviden la Ley de Régimen
Electoral que dice en su artículo 136: “Las organizaciones políticas que
difundan resultados de estudios de opinión en materia electoral, por cualquier
medio, serán sancionadas por el Órgano Plurinacional Electoral con la
cancelación inmediata de su personería jurídica”.
Este suceso puede explicarse
con distintas interpretaciones, la más usual y que se repite a cada momento
desde 2006 es: el abuso de poder y autoritarismo del Movimiento al Socialismo.
Obviamente, estas actitudes son tomadas como grandes novedades, olvidando que
dentro de nuestra cultura política es algo muy usual. Por ejemplo la Revolución
de 1952, es la más clara muestra de autoritarismo y abuso de poder, que como
mencionamos anteriormente es muy recurrente en nuestra historia. Lo preocupante
del caso, no es el abuso de poder que los gobernantes comenten (quien tiene el
poder termina siendo autoritario, no importa si es de “derecha” o “izquierda”),
o que ya estamos acostumbrados a que estás cosas sean recurrentes en todos los niveles
del Estado, sino que la que se califica como oposición es un grupo de personas
a la cual se les acaba el discurso de ser diferentes y que tienen un plan para
cambiar Bolivia, sin olvidar la ingenuidad con la cual tanto en la campaña
nacional como en las subnacionales se desenvuelven. Estos males no son
solamente de Unidad Demócrata, también de todos los que dicen ser oposición
cometen este “pequeño” fallo: tratar de tomar el poder político cueste lo que
cueste, sin crear bases partidarias fuertes, ideologías o programas con los
cuales los bolivianos los apoyen. Y simplemente se dediquen a crear propaganda
que va directamente a las emociones de las masas. Otro gran problema dentro de
la política boliviana es casi de trama sentimental del político. No olvidemos
que tras metidas de pata actúan emocionalmente, como sabemos, ejemplos sobran:
Samuel Doria Medina, Jaime Navarro, Jorge Pérez, Juan Ramón Quintana, Evo
Morales, etc. A este selecto grupo también podemos agregar a Ernesto Suárez que
de manera dramática (muy común en el país), entro en huelga de hambre tratando
de doblegar la sentencia ya conocida del Tribunal Supremo Electoral. La
senadora Jeanine Añez tampoco anda exenta de la lista de honor ya que condeno
de forma visceral al gobierno: “¡que se pudran en el infierno!”, olvidando que
“quién entra en política, pacta con el diablo”[3] y
que en el más allá se encontrara con ellos.
La democracia boliviana una vez
más fue golpeada, lamentablemente ese golpe será una estadística más en nuestra
historia. Lo preocupante es, si realmente esos que se hacen llamar oposición
dejarán de improvisar, o es que merecemos otra oposición alguito más sería y
racional.