A los bolivianos nos
causa cierta emoción y algarabía lo que René Zavaleta Mercado[2]
denominaba “momentos constitutivos”. Estos “momentos constitutivos” son
simplemente nuestras emociones desbordadas de manera irracional, con grandes
intenciones de cambio para el futuro y que lamentablemente terminan en
absolutamente nada. Grandes ejemplos de estos “momentos constitutivos” son la Guerra
Federal (1898), la Revolución Nacional (1952), el Retorno a la Democracia
(1982), el Movimiento Autonomista (2001), la Guerra del Gas (2003) y el Día del
Estado Plurinacional (2006). La Segunda Vuelta electoral en Beni y Tarija
(2015) viene a ser otro “momento constitutivo”. Estos mitos creados de larga
data y los relativamente nuevos, lamentablemente marcan los destinos de una
sociedad acrítica como ser el caso de la sociedad boliviana, la latinoamericana
y de todo el Tercer Mundo. Sobre estos mitos Guillermo Francovich[3]
nos dice: “son la expresión de actitudes vitales, de sentimientos y de
experiencias que se manifiestan como convicciones cuya certeza es tal que pasan
a ser tenidas como sagradas, como evidentes por sí mismas, situándose en un
plano que las aleja de cualquier intento de crítica racionalizada. Los mitos
influyen en el pensamiento y en el comportamiento de los pueblos con una
pujanza que algunas veces los hace más poderosos que el pensamiento racional.
Constituyen por eso importantes factores históricos que es necesario conocer”.
Más allá de los ganadores de la
segunda vuelta electoral en los departamentos del Beni y Tarija, podemos
observar tristemente el infantilismo político tanto del oficialismo como de la
oposición boliviana. Algo que no debería tomarnos por sorpresa ya que es muy
común en todo el Tercer Mundo y en gran parte de la región. Como mencionaría H.
C. F. Mansilla[4]:
“Conociendo las actividades políticas en América Latina, paulatinamente me di
cuenta de que el ejercicio continuado de la política es la suma de la
indignidad y la obscenidad”. La segunda vuelta electoral es simplemente por la
lucha de la hegemonía de dos regiones casi periféricas del Estado boliviano.
Sencillamente es una lucha por el dominio de ambas regiones, bajo cierto tipo
de “ideales diferentes” de progreso. Debemos recordar que el oficialismo como
la oposición boliviana defienden a capa y espada lugares comunes como ser: las
libertades, las autonomías, la autodeterminación de las regiones y la
democracia. No existen grandes diferencias en el accionar de uno u otro bando,
demostrando que ambos conservan la rutinaria cultura política del autoritarismo,
siendo la democracia un simple instrumento para sus fines. El oficialismo y la
oposición no han sabido crear una práctica político-institucional razonable en
términos democráticos, pero, han creado un imaginario colectivo social
emocional cerrado al análisis racional de su situación actual. Desgraciadamente
la segunda vuelta en Beni y Tarija es un simple ejercicio de suplantación de
poder en ambas regiones.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario