miércoles, 7 de octubre de 2015

Apuntes sobre la Democracia para políticos bolivianos



Jorge Roberto Marquez Meruvia[1]


          Los medios de comunicación y los políticos bolivianos con formidable destreza cantinflesca pusieron en la palestra pública un interesante debate sobre qué es y a dónde nos lleva la democracia. Tristemente, ambos (conductores de televisión y los políticos) no tenían idea de lo que estaban hablando, costumbre que ya es habitual en televisión; por otra parte, al tomar un concepto tan complicado y desconocido por ellos, también tocaron temas como la valentía y el no ser temerosos en la próximas elecciones generales –no olvidemos que en febrero de 2016 será el referéndum para la re-postulación del presidente y vicepresidente que actualmente están en ejercicio-. Así como los medios de comunicación tienen la manía de desinformarnos diariamente y de convertir en farándula nuestra pobre coyuntura –algo que aceptamos sin poner resistencia- no deberíamos permitir que los representantes y líderes políticos desconozcan esa democracia de la cual tanto hablan y defienden.

Tenemos que tomar en cuenta que un país como Bolivia y en gran parte de los estados de América Latina “que dan el paso a la democracia no llegan a la democratización total, o dan la impresión de haberse atascado en el camino”[2]. Este atascamiento democrático explica el comportamiento del político boliviano y de gran parte de los políticos del Tercer Mundo, los cuales en sus acciones demuestran una capacidad innata para “la preservación de la rutinaria cultura política del autoritarismo y una visión meramente instrumental de la democracia”[3] con el uso de dicotomías extremadamente simples para deleitar los delirios de gran parte de la población, como por ejemplo: la patria vs los vende patria. También, debemos mencionar al maniqueísmo político-ideológico donde la “estrategia política más  conveniente no es impulsar una programática propia, clara y distinta, sino tratar de suprimir o, por lo menos, debilitar al contrario, con lo que ya se habría avanzado considerablemente en la consecución de los fines propios”[4].  

Estos apuntes que son introductorios van para aquellos representantes y líderes políticos (algo atolondrados) los cuales gracias al pueblo dirigen los destinos de Bolivia. 

La democracia es un término que dentro la teoría contemporánea viene de tres tradiciones históricas del pensamiento político: la primera, la teoría clásica la cual es transmitida por medio de la teoría aristotélica, la cual nos muestra tres formas de gobierno donde la democracia es el gobierno del pueblo, donde deciden los ciudadanos o, aquellos que gozan del derecho ciudadano y se distingue de la monarquía (gobierno de uno) y de la aristocracia (gobierno de pocos); la segunda, la teoría medieval que es una derivación romana de la soberanía popular con base en la contraposición de la concepción ascendente a la concepción descendente, donde la soberanía (poder supremo) deriva del pueblo y tenga la capacidad de ser un poder representativo; y la tercera, la teoría moderna nacida con el surgimiento del Estado moderno formada por grandes monarquías, donde sus formas históricas de gobierno esencialmente son monarquía y república.

El problema de la democracia, de sus características y su prestigio es tan antiguo y tan complicado como la existencia del ser humano. Su significado ha sido repropuesto y reformulado en todas las épocas. En Bolivia en estos tiempos de cambio estamos tratando de manera desordenada crear un nuevo significado. Desgraciadamente nuestros representantes, líderes políticos, posiblemente sus asesores y aduladores más cercanos también desconozcan esa palabra que dicen resguardar para el bien de toda la población.

Estos párrafos tratan de ser ese ejercicio de sensatez que necesita la sociedad boliviana en su conjunto y ser la introducción de aquello que conocemos como democracia.



[1] Politólogo
[2] Anthony Giddens, Un mundo desbocado: los efectos de la globalización en nuestras vidas
[3][3] H.C.F. Mansilla, Las flores del mal en la política
[4] H.C.F. Mansila, Las flores del mal en la política

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