Jorge Roberto Marquez Meruvia[1]
Los medios de comunicación y los
políticos bolivianos con formidable destreza cantinflesca pusieron en la
palestra pública un interesante debate sobre qué es y a dónde nos lleva la
democracia. Tristemente, ambos (conductores de televisión y los políticos) no
tenían idea de lo que estaban hablando, costumbre que ya es habitual en
televisión; por otra parte, al tomar un concepto tan complicado y desconocido
por ellos, también tocaron temas como la valentía y el no ser temerosos en la
próximas elecciones generales –no olvidemos que en febrero de 2016 será el
referéndum para la re-postulación del presidente y vicepresidente que
actualmente están en ejercicio-. Así como los medios de comunicación tienen la
manía de desinformarnos diariamente y de convertir en farándula nuestra pobre
coyuntura –algo que aceptamos sin poner resistencia- no deberíamos permitir que
los representantes y líderes políticos desconozcan esa democracia de la cual
tanto hablan y defienden.
Tenemos
que tomar en cuenta que un país como Bolivia y en gran parte de los estados de
América Latina “que dan el paso a la democracia no llegan a la democratización
total, o dan la impresión de haberse atascado en el camino”[2].
Este atascamiento democrático explica el comportamiento del político boliviano
y de gran parte de los políticos del Tercer Mundo, los cuales en sus acciones
demuestran una capacidad innata para “la preservación de la rutinaria cultura
política del autoritarismo y una visión meramente instrumental de la
democracia”[3]
con el uso de dicotomías extremadamente simples para deleitar los delirios de
gran parte de la población, como por ejemplo: la patria vs los vende patria.
También, debemos mencionar al maniqueísmo político-ideológico donde la
“estrategia política más conveniente no
es impulsar una programática propia, clara y distinta, sino tratar de suprimir
o, por lo menos, debilitar al contrario, con lo que ya se habría avanzado
considerablemente en la consecución de los fines propios”[4].
Estos
apuntes que son introductorios van para aquellos representantes y líderes
políticos (algo atolondrados) los cuales gracias al pueblo dirigen los destinos
de Bolivia.
La
democracia es un término que dentro la teoría contemporánea viene de tres
tradiciones históricas del pensamiento político: la primera, la teoría clásica
la cual es transmitida por medio de la teoría aristotélica, la cual nos muestra
tres formas de gobierno donde la democracia es el gobierno del pueblo, donde
deciden los ciudadanos o, aquellos que gozan del derecho ciudadano y se
distingue de la monarquía (gobierno de uno) y de la aristocracia (gobierno de
pocos); la segunda, la teoría medieval que es una derivación romana de la
soberanía popular con base en la contraposición de la concepción ascendente a
la concepción descendente, donde la soberanía (poder supremo) deriva del pueblo
y tenga la capacidad de ser un poder representativo; y la tercera, la teoría
moderna nacida con el surgimiento del Estado moderno formada por grandes
monarquías, donde sus formas históricas de gobierno esencialmente son monarquía
y república.
El
problema de la democracia, de sus características y su prestigio es tan antiguo
y tan complicado como la existencia del ser humano. Su significado ha sido
repropuesto y reformulado en todas las épocas. En Bolivia en estos tiempos de
cambio estamos tratando de manera desordenada crear un nuevo significado.
Desgraciadamente nuestros representantes, líderes políticos, posiblemente sus
asesores y aduladores más cercanos también desconozcan esa palabra que dicen
resguardar para el bien de toda la población.
Estos
párrafos tratan de ser ese ejercicio de sensatez que necesita la sociedad
boliviana en su conjunto y ser la introducción de aquello que conocemos como
democracia.
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