Jorge Roberto Márquez Meruvia[1]
Más allá de los análisis celebratorios que existieron
sobre las movilizaciones del 10 de octubre en defensa de la democracia, la
forma en que el gobierno minimizó los mítines en todo el país. Es indudable que
las movilizaciones fueron meramente sentimentales. Las emociones salieron y
tomaron las calles y es posible que el Movimiento al Socialismo saque a sus
conmilitones en defensa de la futura reelección del Presidente Evo Morales.
Para poder interpretar lo que sucede actualmente en
Bolivia necesitamos volver a octubre de 2003. Carlos Mesa Gisbert menciona en Presidencia Sitiada: memoria de mi gobierno
que Gonzalo Sánchez de Lozada utilizó la paradoja del objeto inamovible y la
fuerza irresistible para explicar los sucesos que pasaron en febrero y octubre.
El 17 de octubre se dio el choque de la fuerza irresistible contra el objeto
inamovible, donde la fuerza quebró al objeto. A partir de ése momento se
configura el actual escenario político boliviano, la fuerza irresistible tenía
representación política: Evo Morales y el Movimiento al Socialismo; al igual,
que el objeto inamovible era Gonzalo Sánchez de Lozada y la cúpula del
Movimiento Nacionalista Revolucionario.
El Movimiento al Socialismo es el nuevo objeto
inamovible camino a doce años en el poder y las movilizaciones del 10 de
octubre de 2017 nos demuestran que no existe una fuerza irresistible con
representación política, la ciudadanía acéfala salió a las calles. Ciudadanía y
activistas ciudadanos que creen ingenuamente que el quehacer político es
execrable y que no dan el salto hacia la política. Para el gobierno esas
movilizaciones son demasiado cómodas, no los saca de su espacio de confort. Las
movilizaciones nos muestran el choque de Evo Morales y el MAS contra la nada y
el gobierno lo sabe muy bien. No existe la fuerza irresistible que los mueva
del poder, el discurso gubernamental cada día, demuestra sin ningún tipo de
sonrojo que llegó para quedarse. No importa lo que digan los opositores, no
importa lo que piensen los ciudadanos, ni las cada vez aburridas historias del
Presidente y Vicepresidente en cualquier acto. El objeto inamovible demuestra
su poder ante la no existencia de una fuerza irresistible con representación
política.
La ciudadanía parece que olvida de manera muy generosa
que la democracia moderna, tal como la conocemos tiene como base la
representación del soberano, del pueblo, del ciudadano, del individuo. Estos representantes
salen de los partidos políticos. Empero, se los excluye o se autoexcluyen de
las movilizaciones ciudadanas, como si los políticos no gozaran de derechos
ciudadanos. Posiblemente, estos representantes políticos tienen pocas luces y muchas
sombras en su accionar. Poco a poco la sociedad boliviana los deja de lado y no
logran representar a las nuevas mayorías nacionales. La crisis de los partidos
políticos es más que evidente, no han tenido la capacidad de formar nuevos
lideratos y de lograr un cambio generacional. Estando relativamente cerca de
unas elecciones generales es indudable que los partidos políticos bolivianos
hace más de 10 años siguen bajo los esquemas de los viejos líderes y el partido
de gobierno es el ejemplo indiscutible.
La revolución democrática y cultural, el Proceso de
Cambio demuestra día que pasa que juegan la carta democrática de manera
utilitarista, mientras les convenga se llamará al pueblo a las urnas y en caso
de perder una contienda por el voto ciudadano (como en el caso del referéndum del
21 de febrero de 2016) no se la reconocerá, ya que fue una derrota a base de
mentiras y el pueblo fue engañado, donde la única verdad que se debe creer es
la que sale de Palacio Quemado.
Una vez más el futuro es incierto. Por un lado el
partido de gobierno hará realidad una próxima reelección inconstitucional y en
contra del referéndum del 21F de Evo Morales, quien le hace sombra y puede
quitarle los 2/3 del congreso no es candidato y aparece permanentemente con una
puntuación interesante en las encuestas; por otro lado, los ciudadanos y
activistas ciudadanos no creen en la política, y los partidos políticos y sus
líderes van cada vez más perdiendo representación.