martes, 24 de octubre de 2017

Disociación colectiva de la realidad




Jorge Roberto Márquez Meruvia[1]

Más allá de los análisis celebratorios que existieron sobre las movilizaciones del 10 de octubre en defensa de la democracia, la forma en que el gobierno minimizó los mítines en todo el país. Es indudable que las movilizaciones fueron meramente sentimentales. Las emociones salieron y tomaron las calles y es posible que el Movimiento al Socialismo saque a sus conmilitones en defensa de la futura reelección del Presidente Evo Morales.

Para poder interpretar lo que sucede actualmente en Bolivia necesitamos volver a octubre de 2003. Carlos Mesa Gisbert menciona en Presidencia Sitiada: memoria de mi gobierno que Gonzalo Sánchez de Lozada utilizó la paradoja del objeto inamovible y la fuerza irresistible para explicar los sucesos que pasaron en febrero y octubre. El 17 de octubre se dio el choque de la fuerza irresistible contra el objeto inamovible, donde la fuerza quebró al objeto. A partir de ése momento se configura el actual escenario político boliviano, la fuerza irresistible tenía representación política: Evo Morales y el Movimiento al Socialismo; al igual, que el objeto inamovible era Gonzalo Sánchez de Lozada y la cúpula del Movimiento Nacionalista Revolucionario.



El Movimiento al Socialismo es el nuevo objeto inamovible camino a doce años en el poder y las movilizaciones del 10 de octubre de 2017 nos demuestran que no existe una fuerza irresistible con representación política, la ciudadanía acéfala salió a las calles. Ciudadanía y activistas ciudadanos que creen ingenuamente que el quehacer político es execrable y que no dan el salto hacia la política. Para el gobierno esas movilizaciones son demasiado cómodas, no los saca de su espacio de confort. Las movilizaciones nos muestran el choque de Evo Morales y el MAS contra la nada y el gobierno lo sabe muy bien. No existe la fuerza irresistible que los mueva del poder, el discurso gubernamental cada día, demuestra sin ningún tipo de sonrojo que llegó para quedarse. No importa lo que digan los opositores, no importa lo que piensen los ciudadanos, ni las cada vez aburridas historias del Presidente y Vicepresidente en cualquier acto. El objeto inamovible demuestra su poder ante la no existencia de una fuerza irresistible con representación política.

La ciudadanía parece que olvida de manera muy generosa que la democracia moderna, tal como la conocemos tiene como base la representación del soberano, del pueblo, del ciudadano, del individuo. Estos representantes salen de los partidos políticos. Empero, se los excluye o se autoexcluyen de las movilizaciones ciudadanas, como si los políticos no gozaran de derechos ciudadanos. Posiblemente, estos representantes políticos tienen pocas luces y muchas sombras en su accionar. Poco a poco la sociedad boliviana los deja de lado y no logran representar a las nuevas mayorías nacionales. La crisis de los partidos políticos es más que evidente, no han tenido la capacidad de formar nuevos lideratos y de lograr un cambio generacional. Estando relativamente cerca de unas elecciones generales es indudable que los partidos políticos bolivianos hace más de 10 años siguen bajo los esquemas de los viejos líderes y el partido de gobierno es el ejemplo indiscutible.

La revolución democrática y cultural, el Proceso de Cambio demuestra día que pasa que juegan la carta democrática de manera utilitarista, mientras les convenga se llamará al pueblo a las urnas y en caso de perder una contienda por el voto ciudadano (como en el caso del referéndum del 21 de febrero de 2016) no se la reconocerá, ya que fue una derrota a base de mentiras y el pueblo fue engañado, donde la única verdad que se debe creer es la que sale de Palacio Quemado.

Una vez más el futuro es incierto. Por un lado el partido de gobierno hará realidad una próxima reelección inconstitucional y en contra del referéndum del 21F de Evo Morales, quien le hace sombra y puede quitarle los 2/3 del congreso no es candidato y aparece permanentemente con una puntuación interesante en las encuestas; por otro lado, los ciudadanos y activistas ciudadanos no creen en la política, y los partidos políticos y sus líderes van cada vez más perdiendo representación.

Estamos sufriendo una severa disociación colectiva de la realidad.


[1] Politólogo 

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