Jorge
Roberto Marquez Meruvia[1]
Dentro del pensamiento político el pluralismo propone una sociedad
compuesta por muchos centros o, grupos de poder. Estos grupos se encuentran en
confrontación constante. Aun encontrándose estos centros de poder en conflicto
permanente se les ha asignado a estos como función primordial el de limitar el
poder, controlar, contrastar e incluso tener la capacidad de eliminar al centro
de poder dominante. El pluralismo se ha opuesto y sigue oponiéndose hacia la
tendencia de concentración y unificación del poder que es propia del Estado
moderno.
El pluralismo al ser el remedio al superpoder estatal llega a
distinguirse de la teoría de la separación de poderes, que propone una división
del poder estatal no en sentido horizontal sino en sentido vertical; de la
teoría del liberalismo clásico que propone limitar la omnipotencia del estado
sustrayendo a su influencia algunas esferas de actividad (religiosa, económica,
social en general), en las que los individuos puedan desarrollar libremente su
personalidad; de la teoría democrática que ve el remedio en la participación
más amplia posible de los ciudadanos en las decisiones colectivas. Se distingue
de éstas pero no se contrapone: las propuestas de las doctrinas pluralistas son
perfectamente compatibles tanto con las propuestas de la doctrina constitucionalista
(ya que la división horizontal del poder no impide sino que integra la división
vertical) como con las de la doctrina liberal (porque la limitación de la
injerencia del poder estatal constituye por sí misma una condición para el
crecimiento y el desarrollo de grupos de poder diferentes del estado), o como
con las de la doctrina democrática (porque la multiplicación de las
asociaciones libres puede constituir un estímulo y contribuir a la ampliación
de la participación política).
La teoría pluralista tiene un enemigo en común: el Estado como único
centro de poder; de éste el pluralismo ataca la tendencia a la concentración;
del constitucionalismo, la indivisibilidad; del liberalismo, la absolutividad;
de la democracia la concepción hacia abajo y no hacia arriba del poder. Como
mencionaría Kung Chuan Hsiao: “El Estado pluralista es simplemente un Estado en
el cual no existe una fuente de autoridad única que es omnicompetente y
omnicomprensiva, es decir la soberanía; no existe un sistema unificado de
derecho ni un órgano central de administración, ni una voluntad política
general. Por el contrario, hay una multiplicidad en su esencia y en sus
manifestaciones; es divisible en partes y debe ser dividido”.
Lo que distingue al pluralismo de las otras teorías antiestatales es
que está dirigido polémicamente inclusive contra toda forma de concepción
individualista de la sociedad y del estado, es decir contra toda concepción que
contrapone el individuo particular al estado, ya que considera al estatalismo y
al individualismo como dos caras de la
misma medalla, es decir como dos concepciones que, si bien desde dos puntos de
vista diferentes, tienden a marginar e incluso a eliminar las formaciones
sociales que ocupan el espacio intermedio entre los dos polos extremos del
individuo y del Estado.
La batalla que el pluralismo combate es siempre sobre dos frentes:
contra la concentración de todo el poder en el Estado pero también contra la
atomización, en nombre de una concepción de la sociedad articulada en grupos de
poder que estén al mismo tiempo bajo el Estado y sobre los individuos, y en
cuanto tales constituyan una garantía del individuo contra el superpoder del Estado,
por un lado, y una garantía del Estado contra la fragmentación individualista,
por el otro.
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