Jorge
Roberto Marquez Meruvia[1]
En América Latina desde principios del Siglo XXI se fue incorporando
en el discurso político a los movimientos sociales. Gobiernos como el de
Venezuela, Ecuador, Argentina, Perú, Brasil y Bolivia han tenido la capacidad
de apoyarse en estos movimientos. Hablar de estos comportamientos colectivos es
el pan de cada día en gran parte del cono sur americano, es altamente necesario
hacer un repaso teórico, para que de esa manera la ciudadanía o, en el mejor de
los casos algunos curiosos lleguen a conocer que es lo que estos movimientos
representan.
Sobre los movimientos sociales hasta hoy en día no existe una teoría
omnicomprensiva y satisfactoria sobre esta problemática. Sin embargo, podemos hacer
un bosquejo, en el cual encontraremos dos vetas de reflexión de los pensadores
clásicos. Por un lado tenemos a Ortega y Gasset, Tarde y Le Bon quienes se
preocupan de sobremanera por la incursión de las masas dentro del escenario
político y observan en el comportamiento de la multitud (comportamiento
colectivo), una nefasta manifestación de irracionalidad, existiendo así una
devastación del orden existente. Por otro lado tenemos a Marx, Weber y
Durkheim, aunque con implicaciones distintas, veían en los movimientos
colectivos una modalidad de acción social que van desde formas de solidaridad
más complejas, la transición del tradicionalismo hacia lo legal-burocrático o
la explosión revolucionaria, respectivamente.
En todos los autores mencionados, se encuentran presentes algunos
motivos comunes en el análisis de los comportamientos colectivos y de los
movimientos sociales: acentúan en la existencia de tensión dentro la sociedad,
la individuación de un cambio, la observación del paso de un estadio de
integración a otro mediante transformaciones sean como fuere inducidas por los
comportamientos sociales.
Si quisiéramos proceder a una definición, que no vaya a prejuzgar el
análisis ni sepulte a las diversas interpretaciones, diremos que
comportamientos sociales y movimientos sociales componen intentos fundados bajo
un conjunto de valores compartidos para redefinir las formas de la acción
social e influir en sus consecuencias. Para sintetizar esta idea de los
movimientos sociales es Neil Smelser quien lo hace brillantemente: “los
episodios del comportamiento colectivo constituyen con frecuencia un primer
estadio de cambio social, manifestándose cuando se presentan condiciones de
tensión, pero antes de que los medios sociales hayan sido movilizados por un
ataque específico y posiblemente eficaz a las fuentes de tensión. Ésta es una
razón para definir el comportamiento colectivo como no institucionalizado, lo
cual se verifica cuando la acción social estructural está bajo tensión y cuando
los medios institucionalizados con el fin de dominar la tensión son inadecuados
[...] El control social bloquea los intentos precipitados de los episodios
colectivos para llegar a rápidos resultados; si el control social es efectivo,
además, ello canaliza las energías de los estallidos colectivos hacia tipos más
modestos de comportamiento”. Entre una de las alternativas teóricas más
sobresalientes tenemos a Alain Touraine quien
afirma que “los movimientos sociales pertenecen a los procesos a cuyo través
una sociedad produce su organización a partir de su sistema de acción
histórico, pasando por los conflictos de clase y la transición política”.
Ya sea que de uno u
otro modo cada una de las teorías presentadas tiene la capacidad de
proporcionar elementos útiles a la individuación de los actores, a la
clasificación de los movimientos sociales y a la valoración del cambio social.
Sintetizan en parte los resultados de numerosas investigaciones empíricas y en
parte sugieren nuevas perspectivas de investigación.
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