Jorge Roberto Marquez Meruvia[*]
Bautista Saavedra quien fuere presidente de Bolivia en
“La democracia en nuestra historia”
censuró de manera frontal los intentos de uniformamiento social. “La igualdad,
la uniformidad, la unanimidad”, según Saavedra, eran la base de la negación de
la autonomía, de la democracia, de la libertad. Sólo en un ambiente de
diferencias y disparidades tiene la capacidad de florecer la “hermosa armonía
de desigualdades”. Bolivia es esa armonía desigual, claro ejemplo son los pisos
ecológicos que forman el territorio boliviano: los andes, valles y llanos son
una clara muestra de diversidad.
La aventura para la creación de Bolivia comienza con
el Decreto del 9 de febrero de 1825 dictado por el General Antonio José de
Sucre. El decreto en unos de sus puntos menciona: “El objeto de la Asamblea
General será sancionar un régimen de gobierno provisorio, y decidir sobre la
suerte y los destinos de estas provincias, como sea más conveniente a sus
intereses”. Hasta ahora se discute la participación de Casimiro de Olañeta
quien fuera la figura que inspiro el decreto del Mariscal Sucre. Así comenzó el
nacimiento de la diversidad, de la “armonía de desigualdades”. Siglos después
un español como Joan Prats tendría la capacidad de explicar razonable y románticamente
el “¿Por qué amamos Bolivia?” La respuesta es la diversidad, no podemos
entender lo boliviano sin lo chapaco, colla, valluno, capitalino, camba, etc.
Tenemos la suerte de la riqueza multicultural y no la pobreza de una unanimidad
nacional.
Sin embargo, últimamente en las regiones se encuentra
el fenómeno de exacerbar nacionalismos, posiblemente se deba al influjo de la
globalización, la cual, necesita cada vez un mundo más homogéneo y los guardines
de la tradición al no poder contrarrestarla se apoyan en mitos y creencias
populares, estos guardianes y sus seguidores posiblemente al no poder entender
la diversidad se apoyan en sus más básicas certezas. Ellos posiblemente no
conocen la sentencia de Schopenhauer… “cuando menos razones tiene un hombre
para enorgullecerse de sí mismo, más suele enorgullecerse de pertenecer a una
nación” y de la perversión patriótica la cual mencionaba Oscar Wilde. Ser
universal, o de tener esa pretensión es un ejercicio de muy pocos hombres en
Bolivia.
Los bolivianos universales fueron aquellos que se
ganaron los agravios de su sociedad. Debido a que ésta sufre porque sus
autoridades no han hecho el trabajo necesario para dar a conocer la obra de sus
hijos más preclaros, de sus hijos más universales. La población boliviana en
todos sus estratos sociales y ámbitos geográficos, no logran sentir admiración
ni cariño hacia esfuerzos científicos e intelectuales. Los bolivianos
universales de todos los tiempos como ser: Gabriel René Moreno, Enrique Finot,
Armando Chirveches, Alcides Arguedas, Julio Méndez, Guillermo Francovich,
Alfonso Costa Du Rels, Sergio Almaraz, Ricardo Jaimes Freyre y un largo etcétera,
forman parte del rincón del olvido. Ya que parece que es pecado pensar de una
manera crítica y decirle a la gente lo que no quiere escuchar. Empero, tuvieron
la valentía de dejar en sus obras una interesante crítica a la bolivianidad y a
sus actitudes, lo que H. C. F. Mansilla denominaría la “Bolivia profunda”,
aquella que es parte de los hábitos y comportamientos de la sociedad, esos
comportamientos y hábitos que son temporales y por desgracia pueden durar
siglos.
Para esos pensadores bolivianos, aquellos que buscan
crear fisuras en el pensamiento e instigar a la rebeldía de nuestra forma de
ser, posiblemente se encuentren identificados con una sentencia llena de dolor
de Sergio Almaraz: “Bolivia es el país donde todo es mezquino, menos el
sufrimiento.”
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