Jorge Roberto Marquez Meruvia[*]
Hace un par de meses atrás conocimos hechos que
pasaron en un país fronterizo a Uqbar. Sabemos que perdió su salida al litoral
en 1879 y que en el siglo XXI los gobernantes son aquellos que llevan adelante
lo que denominan “el proceso”. Ya que se trata de un Estado hermético, llegaron
hasta nosotros algunos nombres de los gobernantes que según ellos revolucionan
el mundo, enarbolando las banderas de lo que llaman “el proceso”. El principal
es un “líder endógeno”, cuyo nombre es sagrado. También acompañan al “mesías”,
el siempre débil Juan Dahlmann y mano negra Benjamín Otálora. Todos olvidan
generosamente lo que Treviranus dejo escrito: “a partir del segundo mes del día
vigesimoprimero, el último acto de su fin ha sido articulado”.
El “mesías endógeno” cada vez que hay elecciones goza
de la cualidad de re-postularse y re-elegirse ad infinitum según el noveno
congreso azul, que según sabemos se llevó acabo por tierras orientales cerca la
cuenca del Amazonas. Los soldados que integran “el proceso” lo proclamaron
“comandante” y de esa forma el sagrado líder se convirtió en el único que puede
garantizar e impulsar “el proceso”. Al ser proclamado lleva la nefasta y pesada
carga de ser el sucesor del extinto monarca de la isla perdida en el tiempo y
embargada por su tiranía. Al parecer, pone en práctica las maniobras que se
llevan a cabo hace más de 59 años en la isla. Un claro ejemplo del mismo, es el
ataque a la prensa libre e independiente a los cuales “el proceso” los denomina
como “cártel”. Según los comunicados oficiales “el proceso” representa los
sentimientos más puros y perversos de “los movimientos”, donde el individuo
debe someterse al atolondrado juicio de la colectividad y sus líderes son
inmaculados, puros y sin mancha.
“Los movimientos” para los representantes máximos del
gobierno son un sinónimo de pueblo. Es un gobierno que se escucha simplemente
así mismo, que se festeja y se aplaude para sí mismo. Para muchos pensadores,
“el proceso” y “los movimientos” refleja la podredumbre de la élite soviética.
Tienen una gran limitante: el de no poder ver más allá de su revolución. Con lo
poco que sabemos sobre el adoctrinamiento llevado a cabo por “el proceso” a
“los movimientos” podemos decir que aún la teoría geocéntrica se encuentra
vigente, pero, no es la tierra quien ocupa el centro del universo, sino, quien
ocupa ese sitial es el “mesías endógeno”. “Los movimientos” son simplemente
grupos con pedidos particulares que hace más de diez años viven del Estado,
apenas llegan a 5999 personas y se proclaman como la vanguardia revolucionaria.
Estos 5999 pueden tomar decisiones que van por encima de los más de diez
millones de habitantes.
Ejercer la ciudadanía y la individualidad es un acto
heroico, pensar diferente, disentir del discurso oficial es casi un pecado capital.
Todo aquel que con argumentos bien fundamentados se opone al régimen es
vilmente perseguido y condenado al ostracismo. “El proceso” y “los movimientos”
detestan la libertad y la inteligencia creativa. En estas tierras todo lo que
diga el líder indiscutible es nuevo, nadie tiene la capacidad de cuestionarlo y
debido a su cualidad de sagrado, él jamás será parte de un debate, ya que sería
irrespetuoso hablar con el “hacedor” de igual a igual. El régimen desmiente
inmediatamente cualquier error cometido por el “mesías endógeno”, para tal
efecto cuenta con una corte que tiene la capacidad de morir por él y salir a la
opinión pública demostrando que todo es una infamia producida por el “cártel”.
El régimen se vale de cualquier triquiñuela para
modificar la constitución que ellos crearon y permitir que el supremo líder
vaya una vez más como candidato a la primera magistratura del Estado. Total,
como ya menciono el supremo “hacedor”: “si nos sometemos a la ley no hacemos
nada”.
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