Jorge Roberto Marquez Meruvia[*]
Veo conveniente que al comenzar el año 2017 hagamos un
breve repaso para comprender el escenario que posiblemente vayamos a vivir.
El periodo de los 90 del siglo XX es rotundamente
importante para entender la Bolivia de hoy. En el primer gobierno de Gonzalo
Sánchez de Lozada el año 1995 es clave para comprender nuestra fáctica realidad.
Dos reformas son la base del Estado boliviano. La participación popular tiene
una ambición más allá de llevar los recursos del Estado a los nuevos
municipios, es también, llevar el Estado a los ciudadanos que se encuentran
lejos del eje troncal. La actual autonomía es una evolución de la participación
popular, la cual por cierto, fue y es mal comprendida por gran parte de los
bolivianos; empero, es una base institucional y modernizadora de la
administración del Estado. La capitalización fue una reforma desbordante en una
democracia joven y en una sociedad que a momentos confundía la libertad con el
libertinaje. Actualmente esa medida es totalmente criticada, olvidando los
bonos sociales que se crearon gracias a ella como ser: el Bonosol que hoy lo
conocemos como la Renta Dignidad.
Comenzando el siglo XXI observamos la radicalización
de los discursos campesinos con base en el Chapare y el descontento de la
población por las coaliciones gobernantes que entendieron el pacto político
como la excusa para tener un pedazo de poder. Claro ejemplo de la avaricia
partidaria en el gobierno de Hugo Banzer Suárez gracias a la conocida
megacoalición. El año 2003 es el punto de quiebre, donde las coaliciones de
gobierno no representan a grandes sectores de la población y medidas
antipopulares como el impuesto al salario o el rumor de exportar gas por
puertos chilenos desencadena olas de violencia donde Sánchez de Lozada debe
renunciar a su segundo mandato. Hasta el año 2005 el escenario de
gobernabilidad es incierto y lleno de indecisiones.
Evo Morales se hace con el poder en 2005. Entre sus
medidas de gobierno se llevan a cabo la Asamblea Constituyente y la “nacionalización
de los hidrocarburos” que fueron capitalizados en la década del 90 del siglo
pasado. También es la clara muestra de que la sociedad boliviana no admitía las
coaliciones de gobernantes. Con el pasar de los años se radicalizo el discurso
del partido gobernante. Bajo ideas de izquierda intenta gobernar bajo la
tuición de los movimientos sociales, olvidando que tales sectores tienen
pedidos meramente particulares. Claro ejemplo del agotamiento de esa forma de
gobernar es el conflicto con los cooperativistas mineros y la muerte de un
Viceministro. La prebenda y el clientelismo son la base para mantener contentos
a esos movimientos sociales y el tratar de ir en contra sus intereses es contar
con un aliado menos que actuara con violencia por volver a tener los favores
del partido gobernante y beneficiarse del Estado.
Ahora el partido en funciones de gobierno pretende una
vez más bajo una gran cantidad de triquiñuelas modificar la constitución y las
leyes, desconocer el referéndum del 21 de febrero con la excusa de que es el
pueblo quien reclama a gritos una futura postulación de Evo Morales. El Movimiento
al Socialismo con arrogancia y tiranía se adueña de la voz de la ciudadanía y trata
de cualquier forma con actores de toda laya imponer a los bolivianos los puntos
que acordaron en su Congreso Nacional para lograr una vez más que su único
líder sea el candidato eterno.
Ante tan macabro escenario, los bolivianos debemos
recordar las palabras del Hidalgo Quijote de Cervantes: “La libertad, Sancho,
es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella
no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por
la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por
el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.”
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