Jorge Roberto Márquez Meruvia[*]
Hannah Arendt en
“¿Qué es la política?” mencionaba que los mitos y leyendas que circulan en una
sociedad con el paso del tiempo se van convirtiendo en verdades indiscutibles.
Estás verdades no son criticadas y son altamente aceptadas por amplios sectores
de la población. Aquellos que se atreven a criticarlas socialmente pueden ser
mal vistos, ya que van contra grandes certezas sociales. En el caso boliviano
es Guillermo Francovich quien pone en duda y da a conocer las certezas
nacionales en “Los mitos profundos de Bolivia”. Entre esos mitos destacados se
encuentra lo que en América Latina conocemos como la Revolución Nacional del 9
de abril de 1952 que junto con la revolución mexicana y cubana son parte
importante de la historia del continente.
Muchos allegados al
Movimiento Nacionalista Revolucionario (M. N. R.) olvidan que la revolución
nacional tuvo aspectos macabros y negativos. Los campos de concentración donde
uno de los más famosos es el de Curahuara de Carangas, el exilio de los grandes
pensadores bolivianos de ese entonces como por ejemplo: Jorge Siles Salinas y
Roberto Prudencio Romencín (del cual entusiastas milicianos revolucionarios
quemaron su biblioteca y demás destrozos en su domicilio), y la brutalidad del
régimen revolucionario con los milicianos de ucureña a la cabeza de José Rojas
quienes serían los autores de la masacre de Terebinto. Esos eventos para gran
parte de la población están en un plácido lugar donde habita el olvido. Para los
movimientistas, el olvido es terapéutico. Tal como lo mencionaría Freud, el
olvido borra de nuestra memoria los malos momentos y hace que nos quedemos
simplemente con los buenos y románticos recuerdos. Es por eso que es necesario
hacer un repaso por algunos críticos del proceso revolucionario.
Luís H. Antezana
menciona: «Si, de manera clásica, imaginamos las posiciones ideológicas en una
representación lineal, este eje “nacionalista revolucionario” es un eje
oscilante, flexible, en la medida que sus extremos (“nacionalismo”, por un
lado, y “revolucionario”, por el otro) tocan y se entremezclan con los ámbitos
ideológicos de la “derecha” y la “izquierda” bolivianas. Sin embargo, el NR no
es una ideología de “centro”. Por su oscilación es una especie de operador
ideológico, un puente tendido entre los extremos del espectro político
boliviano, un arco —si se quiere— que comunica la “extrema izquierda” con la
“extrema derecha”.»
Silvia Rivera
Cusicanqui nos dice: «Para los movimientistas —parientes pobres de la
oligarquía y ansiosos de ser reconocidos como ‘occidentales’— había pues una
tarea prioritaria: borrar a los indios de la memoria, a la vez que reformarlos
hasta en lo más íntimo de sus conductas domésticas. Esta tarea fue retomada por
la nueva inteligencia nacionalista, a partir del propio aparato estatal
heredado.»
H. C. F. Mansilla al
realizar un balance crítico sobre la revolución concluye: «La Revolución
Nacional de abril de 1952 en Bolivia fue, en el fondo, innecesaria y superflua.
Los efectos modernizantes generados por este proceso hubieran tenido lugar, más
tarde o más temprano, bajo un régimen dominado por las élites tradicionales,
como ocurrió en la mayoría de los países latinoamericanos. (…) Bolivia sigue
siendo uno de los países más pobres de América Latina (…) El análisis
comparativo de lo alcanzado en naciones de América Latina y del Tercer Mundo
nos muestra la poca originalidad teórica y la mediocridad fáctica del
experimento iniciado en Bolivia en abril de 1952.»
Salvador Romero
Pittari mencionaría: «La construcción policlasista del Estado Nacional fue
severamente desafiada por los hechos, aunque continuó desempeñando el papel de
legitimar al gobierno del MNR. Desde los primeros días del régimen, el
conflicto entre la facción derechista del partido y las demás, acusadas de
hacer el juego al marxismo radical, produjo una ruptura y un primer intento de
golpe.
Los sectores medios
no constituían un todo homogéneo, ni en el partido ni fuera de él. Algunos se
alinearon con la Revolución, otros se pusieron del lado de la oposición pero, a
pesar de esas diferencias internas, resultaron mayoritariamente aventajados por
las políticas del régimen.»
Bolivia sigue bajo el
influjo de la revolución de abril, el D. S. 21060 y la ley de Participación
Popular no lograron cambiar los esquemas sociales nacidas en 1952, esto
posiblemente sea debido a la inercia cultural. También, es un reto para el
Movimiento Nacionalista Revolucionario de superar el pasado glorioso, o
simplemente hundirse cada vez más en su ocaso.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario