Coriolano lidera a los
volscos en su lucha contra Roma. Óleo por Raphael Lamar West. 1792
Jorge Roberto Marquez Meruvia*
Cayo Coriolano fue un militar romano que gano
numerosas batallas en el siglo V a. C. salvando a la ciudad de Roma del
desastre. Se fue convirtiendo en una figura mítica para la población ya que muy
pocos lo conocían personalmente. Tras la fama alcanzada decidió en 454 a. C.
entrar en política y postularse para el cargo de Cónsul. Para acceder a tan
importante cargo la tradición imponía que el candidato de un discurso cuando
comenzara su campaña electoral. Coriolano se presentó ante la audiencia y dio a
conocer sus heridas y cicatrices en varias batallas acaecidas en más de siete
años de luchar por Roma. Aquellas cicatrices, que eran las pruebas de su valor
conmovieron hasta las lágrimas a la población que no habían puesto atención, ni
escuchado su discurso y el triunfo electoral parecía asegurado.
El día de la elección, Coriolano llegó al foro
escoltado por todos los integrantes del Senado y los patricios de la ciudad.
Subió a la testera y pronunció su segundo discurso, que iba dirigido a los
ciudadanos acaudalados que lo habían acompañado. En tono arrogante e insolente,
dio por hecho la victoria por la mayoría de los votos, contaba anécdotas suyas
en el campo de batalla, contó algunas bromas irónicas entendidas solamente por
los patricios y acusó a sus contendientes de delincuentes. Esta vez la
población entera lo escuchó y descubrió que su héroe era un fanfarrón.
Las noticias sobre el segundo discurso de Coriolano corrieron
con rapidez por toda Roma, la población se congregó en masa y se aseguró que no
fuera electo. Al saber que fue derrotado, Coriolano regresó al campo de batalla
y juró vengarse del pueblo que había votado en su contra. Semanas más tarde el
Senado se disponía a someter a votación distribuir el alimento gratuitamente
entre el pueblo, apareció Coriolano subió al estrado y en su discurso afirmó
que la distribución masiva de alimento tendría un efecto negativo para la
ciudad (logrando el apoyo del Senado en votación), condenó el concepto de
democracia y propuso poner fin a la participación de los tribunos
(representantes de los plebeyos) y entregar el gobierno exclusivamente a los
patricios.
Al difundirse la noticia de su último discurso, la ira
de la plebe no conoció límite alguno. Los tribunos fueron al Senado a exigir
que Coriolano compareciera ante ellos, él se negó. En toda Roma se realizaron
manifestaciones y tumultos. El Senado, asediado y temeroso de la ira de la
plebe, votó por la distribución gratuita de alimentos. Los tribunos quedaron
satisfechos, pero el pueblo exigía una disculpa pública del militar. Coriolano
se presentó ante el pueblo y comenzó a hablar, primero con un tono medido, pero
cuando avanzaba en su discurso se ponía cada vez más agresivo y profería
insultos. Cuanto más hablaba, más se enfurecía la plebe. Lo silenciaron a
gritos.
Los tribunos condenaron a muerte a Coriolano y
ordenaron a los magistrados que el militar sea llevado a lo más alto de la roca
Tarpeya y arrojado al vacío. La plebe apoyó la decisión. Empero, los patricios
lograron intervenir y la sentencia fue sustituida por el ostracismo de por
vida. Cuando el pueblo se enteró que el héroe militar de Roma nunca regresaría
a la ciudad, salió a celebrar a las calles.
En Bolivia, comenzando por el presidente, con una
seguidilla de ministros, senadores, diputados y simpatizantes al “Proceso de
Cambio” nos encontramos rodeados de “Coriolanos”. Ante el fraude electoral
realizado con tal de quedarse en el poder, salen a los medios de comunicación
con discursos llenos de odio, donde nos insultan a todos los bolivianos que
defendemos las libertades y la democracia. No miden sus palabras, pues se encuentran
obnubilados por el poder y creen que tienen el control de nuestras vidas. La
realidad es distinta a lo que ellos piensan y cada día la población sale a las
calles a defender las libertades y para terminar con los abusos del gobierno de
Evo Morales y el Movimiento Al Socialismo.