lunes, 28 de octubre de 2019

Cayo Coriolano


Coriolano lidera a los volscos en su lucha contra Roma. Óleo por Raphael Lamar West. 1792

Jorge Roberto Marquez Meruvia*

Cayo Coriolano fue un militar romano que gano numerosas batallas en el siglo V a. C. salvando a la ciudad de Roma del desastre. Se fue convirtiendo en una figura mítica para la población ya que muy pocos lo conocían personalmente. Tras la fama alcanzada decidió en 454 a. C. entrar en política y postularse para el cargo de Cónsul. Para acceder a tan importante cargo la tradición imponía que el candidato de un discurso cuando comenzara su campaña electoral. Coriolano se presentó ante la audiencia y dio a conocer sus heridas y cicatrices en varias batallas acaecidas en más de siete años de luchar por Roma. Aquellas cicatrices, que eran las pruebas de su valor conmovieron hasta las lágrimas a la población que no habían puesto atención, ni escuchado su discurso y el triunfo electoral parecía asegurado.

El día de la elección, Coriolano llegó al foro escoltado por todos los integrantes del Senado y los patricios de la ciudad. Subió a la testera y pronunció su segundo discurso, que iba dirigido a los ciudadanos acaudalados que lo habían acompañado. En tono arrogante e insolente, dio por hecho la victoria por la mayoría de los votos, contaba anécdotas suyas en el campo de batalla, contó algunas bromas irónicas entendidas solamente por los patricios y acusó a sus contendientes de delincuentes. Esta vez la población entera lo escuchó y descubrió que su héroe era un fanfarrón.

Las noticias sobre el segundo discurso de Coriolano corrieron con rapidez por toda Roma, la población se congregó en masa y se aseguró que no fuera electo. Al saber que fue derrotado, Coriolano regresó al campo de batalla y juró vengarse del pueblo que había votado en su contra. Semanas más tarde el Senado se disponía a someter a votación distribuir el alimento gratuitamente entre el pueblo, apareció Coriolano subió al estrado y en su discurso afirmó que la distribución masiva de alimento tendría un efecto negativo para la ciudad (logrando el apoyo del Senado en votación), condenó el concepto de democracia y propuso poner fin a la participación de los tribunos (representantes de los plebeyos) y entregar el gobierno exclusivamente a los patricios.

Al difundirse la noticia de su último discurso, la ira de la plebe no conoció límite alguno. Los tribunos fueron al Senado a exigir que Coriolano compareciera ante ellos, él se negó. En toda Roma se realizaron manifestaciones y tumultos. El Senado, asediado y temeroso de la ira de la plebe, votó por la distribución gratuita de alimentos. Los tribunos quedaron satisfechos, pero el pueblo exigía una disculpa pública del militar. Coriolano se presentó ante el pueblo y comenzó a hablar, primero con un tono medido, pero cuando avanzaba en su discurso se ponía cada vez más agresivo y profería insultos. Cuanto más hablaba, más se enfurecía la plebe. Lo silenciaron a gritos.

Los tribunos condenaron a muerte a Coriolano y ordenaron a los magistrados que el militar sea llevado a lo más alto de la roca Tarpeya y arrojado al vacío. La plebe apoyó la decisión. Empero, los patricios lograron intervenir y la sentencia fue sustituida por el ostracismo de por vida. Cuando el pueblo se enteró que el héroe militar de Roma nunca regresaría a la ciudad, salió a celebrar a las calles.



En Bolivia, comenzando por el presidente, con una seguidilla de ministros, senadores, diputados y simpatizantes al “Proceso de Cambio” nos encontramos rodeados de “Coriolanos”. Ante el fraude electoral realizado con tal de quedarse en el poder, salen a los medios de comunicación con discursos llenos de odio, donde nos insultan a todos los bolivianos que defendemos las libertades y la democracia. No miden sus palabras, pues se encuentran obnubilados por el poder y creen que tienen el control de nuestras vidas. La realidad es distinta a lo que ellos piensan y cada día la población sale a las calles a defender las libertades y para terminar con los abusos del gobierno de Evo Morales y el Movimiento Al Socialismo.      





* Politólogo

jueves, 24 de octubre de 2019

El valor del sacrificio




Jorge Roberto Marquez Meruvia*

El 13 de junio de 1522 fallecía Pier Soderini, quien fuera “gonfalioniere a vita” de Florencia. Nicolás Maquiavelo fue su Segundo Canciller de la República y le ofrendo unos versos:

«La noche que murió Pier Soderini,
el alma fue a la boca del infierno;
grito Plutón: “¿qué infierno?, ánima tonta,
ve arriba al Limbo con los otros niños”»



Fue así como Maquiavelo le reprochaba a Soderini su extrema inocencia, su incapacidad de realizar el daño que hubiese sido necesario hacer para salvar la República de Florencia. Según su Segundo Canciller, Pier Soderini “creía superar con su paciencia y bondad aquel apetito que tenían los hijos de Bruto [los partidarios de los Médicis] por volver a vivir bajo otro gobierno, y se equivocó. Y aunque aquél, por su prudencia, conociese esta necesidad, y aunque la suerte y la ambición de quienes se le oponían le diese ocasión de eliminarlos, sin embargo nunca se decidió a hacerlo. Porque, además de creer que con la paciencia y con la bondad podía extinguir los malos humores, y que premiando a alguien eliminaría su enemistad, consideraba (y muchas veces lo sostuvo entre sus amigos) que para chocar gallardamente contra las oposiciones y batir a sus adversarios habría debido asumir una extraordinaria autoridad y romper con las leyes de la cívica igualdad […]. Pero le engaño la primera opinión, al desconocer que la maldad no es vencida por el tiempo ni la aplaca obsequio alguno”. Su accionar, por no haber querido tomar medidas extraordinarias contra los enemigos de la República, fue catastrófica y Soderini perdió “junto con su patria, su jerarquía y su reputación”. La República de Florencia había caído.



Un escenario similar al descrito por Maquiavelo paso en Bolivia, pero el actor del momento entendió lo que hubiera recomendado nuestro pensador florentino: el de realizar el daño necesario para salvar la República. El 29 de agosto de 1985 a las seis de la tarde, el presidente Víctor Paz Estenssoro le decía al país tras promulgar el D.S. 21060: “O tenemos el valor moral, con su secuela de sacrificios, o sencillamente, con gran dolor para todos, Bolivia se nos muere”. La crisis económica dejada por la administración Siles Zuazo necesitaba de una rápida respuesta gubernamental y esta no podía ser de carácter cosmético, ni del gusto de las mayorías populares. Era un momento crítico que necesitaba de medidas extraordinarias.



¿Estamos cerca de un momento crítico? La respuesta, indudablemente es sí. Tras el acto electoral realizado el 20 de octubre y el fraude en proceso a cargo del Tribunal Supremo Electoral, los bolivianos estamos en un momento crítico y extraordinario de nuestra historia. ¿Cómo llegamos hasta aquí? Por el exceso de inocencia, paciencia y bondad, al pensar que el Movimiento Al Socialismo al igual que gran parte de los bolivianos tiene vocación democrática. Fuimos muy ingenuos al pensar que Morales Ayma iba a irse del poder por mandato de las urnas. No fue capaz de respetar el referéndum del 21 de febrero de 2016, ni la constitución que junto con su partido crearon y que el Congreso de aquel tiempo le dio luz verde con candidez.



Es momento del sacrificio, pero no en el martirio, el dolor, o el sufrimiento, sino, en el de la persistencia. El tomar las calles va más allá de pedir que los resultados de la elección sean transparentes y que vayamos a una segunda vuelta. Salimos a las calles a defender la libertad de cada uno de nosotros, libertad que desde la llegada del MAS es restringida poco a poco con todos los recursos del Estado. Nos han silenciado a base del miedo, de la coacción y han tenido la capacidad de hacernos creer que el quehacer político es de lo más deplorable, con esto último fueron capaces de desaparecer a los opositores del escenario político.

Luchemos por la libertad, sin olvidar que “la maldad no es vencida por el tiempo”.   




* Politólogo

martes, 8 de octubre de 2019

¡Federalismo ya!




Jorge Roberto Marquez Meruvia*

Hablar de federalismo en Bolivia no es algo novedoso, es un hecho continuo en nuestra historia. El primer ideólogo del federalismo en el país es el cochabambino Lucas Mendoza de la Tapia, quien en la Convención de 1871 propone cambiar el Estado unitario por uno federal. Para Mendoza de la Tapia el centralismo (unitarismo) era: “la corrupción institucional y el origen de las tiranías, como de las revoluciones”. La propuesta de los representantes de Cochabamba fue desechada por 32 votos contra 20. Sin embargo, a la cabeza de Nataniel Aguirre y otros ilustres de la época, crearon el periódico “El Federalista”.

La fuerza del ideal federal llega a la capital oriental el 25 de diciembre de 1876 y mediante cabildo se declara la “Junta Superior del Estado Federativo Oriental” donde jugó un papel muy importante Andrés Ibáñez, quien fuera la cabeza del “Movimiento Igualitario”. La federación reconocía el gobierno del Presidente Hilarión Daza e intentaba establecer un ordenamiento político paralelo al centralista y unitario. Ibáñez es posteriormente capturado, siendo fusilado el 1 de mayo de 1877.

La guerra federal fue ocasionada por la “Ley Radicatoria” firmada por el Presidente Severo Fernández Alonso y la fuerte disputa entre los conservadores y liberales. Los primeros afincados fuertemente en Sucre y los segundos en La Paz, también, fue un conflicto económico donde los comerciantes del norte tenían fuertes conexiones con el mercado peruano y la explotación de minas de oro que eran más gravitantes que el mal momento que pasaba la minería de la plata. El resultado fue la victoria de los militantes del partido liberal a la cabeza de José Manuel Pando, instalando la “Junta Federal de Gobierno”. La paradoja es que la asamblea que le entrega la presidencia a Pando, deja de lado el debate federal y adopta la constitución de 1880 que es unitaria, centralista.

Dando un salto en el tiempo, en la década de los 90’s del siglo XX la “Ley de Participación Popular” tenía como objetivo el descentralizar el Estado y la creación de un centenar de municipios. El proceso autonómico iniciado en 2004 podríamos considerarla como una evolución abrupta de la “Participación Popular”. Ante el fracaso de la autonomía al ser absorbido por el gobierno central y no dar soluciones ante las necesidades socio-económicas en Potosí el año 2010 resurgió el grito de federalismo.

El Cabildo del 4 de octubre en Santa Cruz no solamente vuelve a tomar la bandera del federalismo, sino, que le agrega otros dos pilares: democracia y libertad. Ante el autoritarismo del gobierno central y el desconocimiento de los resultados del referéndum del 21 de febrero, la consigna es clara: sacar al tirano del poder. Una vez fuera la oligarquía centralista azul, vendrá un gobierno de transición donde vamos recuperar la democracia y las libertades que son la base del federalismo.

¿Por qué el federalismo? Porque el federalismo es la unión en realidades distintas, porque es integrador y plural, porque responde a una necesidad de la bolivianidad y es el estar juntos con un fin común y de resguardo de la identidad de cada una de sus regiones y porque es el pilar para la construcción de instituciones comunes para fortalecimiento mutuo y de respeto en lo que los distingue. El federalismo es autogobierno y un gobierno compartido entre todas las partes de la federación. Por tal motivo los bolivianos seguimos gritando ¡federalismo ya! 


* Politólogo