jueves, 24 de octubre de 2019

El valor del sacrificio




Jorge Roberto Marquez Meruvia*

El 13 de junio de 1522 fallecía Pier Soderini, quien fuera “gonfalioniere a vita” de Florencia. Nicolás Maquiavelo fue su Segundo Canciller de la República y le ofrendo unos versos:

«La noche que murió Pier Soderini,
el alma fue a la boca del infierno;
grito Plutón: “¿qué infierno?, ánima tonta,
ve arriba al Limbo con los otros niños”»



Fue así como Maquiavelo le reprochaba a Soderini su extrema inocencia, su incapacidad de realizar el daño que hubiese sido necesario hacer para salvar la República de Florencia. Según su Segundo Canciller, Pier Soderini “creía superar con su paciencia y bondad aquel apetito que tenían los hijos de Bruto [los partidarios de los Médicis] por volver a vivir bajo otro gobierno, y se equivocó. Y aunque aquél, por su prudencia, conociese esta necesidad, y aunque la suerte y la ambición de quienes se le oponían le diese ocasión de eliminarlos, sin embargo nunca se decidió a hacerlo. Porque, además de creer que con la paciencia y con la bondad podía extinguir los malos humores, y que premiando a alguien eliminaría su enemistad, consideraba (y muchas veces lo sostuvo entre sus amigos) que para chocar gallardamente contra las oposiciones y batir a sus adversarios habría debido asumir una extraordinaria autoridad y romper con las leyes de la cívica igualdad […]. Pero le engaño la primera opinión, al desconocer que la maldad no es vencida por el tiempo ni la aplaca obsequio alguno”. Su accionar, por no haber querido tomar medidas extraordinarias contra los enemigos de la República, fue catastrófica y Soderini perdió “junto con su patria, su jerarquía y su reputación”. La República de Florencia había caído.



Un escenario similar al descrito por Maquiavelo paso en Bolivia, pero el actor del momento entendió lo que hubiera recomendado nuestro pensador florentino: el de realizar el daño necesario para salvar la República. El 29 de agosto de 1985 a las seis de la tarde, el presidente Víctor Paz Estenssoro le decía al país tras promulgar el D.S. 21060: “O tenemos el valor moral, con su secuela de sacrificios, o sencillamente, con gran dolor para todos, Bolivia se nos muere”. La crisis económica dejada por la administración Siles Zuazo necesitaba de una rápida respuesta gubernamental y esta no podía ser de carácter cosmético, ni del gusto de las mayorías populares. Era un momento crítico que necesitaba de medidas extraordinarias.



¿Estamos cerca de un momento crítico? La respuesta, indudablemente es sí. Tras el acto electoral realizado el 20 de octubre y el fraude en proceso a cargo del Tribunal Supremo Electoral, los bolivianos estamos en un momento crítico y extraordinario de nuestra historia. ¿Cómo llegamos hasta aquí? Por el exceso de inocencia, paciencia y bondad, al pensar que el Movimiento Al Socialismo al igual que gran parte de los bolivianos tiene vocación democrática. Fuimos muy ingenuos al pensar que Morales Ayma iba a irse del poder por mandato de las urnas. No fue capaz de respetar el referéndum del 21 de febrero de 2016, ni la constitución que junto con su partido crearon y que el Congreso de aquel tiempo le dio luz verde con candidez.



Es momento del sacrificio, pero no en el martirio, el dolor, o el sufrimiento, sino, en el de la persistencia. El tomar las calles va más allá de pedir que los resultados de la elección sean transparentes y que vayamos a una segunda vuelta. Salimos a las calles a defender la libertad de cada uno de nosotros, libertad que desde la llegada del MAS es restringida poco a poco con todos los recursos del Estado. Nos han silenciado a base del miedo, de la coacción y han tenido la capacidad de hacernos creer que el quehacer político es de lo más deplorable, con esto último fueron capaces de desaparecer a los opositores del escenario político.

Luchemos por la libertad, sin olvidar que “la maldad no es vencida por el tiempo”.   




* Politólogo

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