Jorge
Roberto Marquez Meruvia[1]
“Por
amor a la patria” es un muy interesante libro de Maurizio Viroli en el cual nos
explica las diferencias que existen entre patriotismo y nacionalismo. Estos
conceptos suelen confundirse y pensamos que ambos son o explican lo mismo.
Según el autor, muchos de nosotros tenemos una visión herrada de sus significados,
la confusión al respecto tuvo odiosos resultados, podemos mencionar sin ir muy
lejos el fascismo en todas sus formas.
A
grandes rasgos podemos mencionar que las diferencias existentes entre ambos
conceptos son: el mayor interés del patriotismo es el resguardo y aprecio de
las instituciones y la defensa irrestricta de la defensa de la libertad de las
personas; en cambio, el nacionalismo tiene como base la creación de la
homogeneidad cultural, donde la lengua y lo étnico cobra relevancia. El
patriotismo es una expresión de amor y generosidad con el propio país. El
nacionalismo pide y obliga tener una lealtad incondicional y exclusiva.
El
patriotismo es un amor racional, donde la virtud cívica es altamente necesaria convirtiéndose
en la base para preservar el orden público y la ley, siendo requisitos
indispensables para la existencia de nuestra libertad, el nacionalismo es
exclusivista, intolerante e irracional, centraliza todo bajo la excusa de la
unidad y se da la tarea de someter a todos los que piensan diferente. En
nuestro país podemos colocar ejemplos que nos ayuden a entender estas
diferencias.
Para
comprender el patriotismo en nuestra historia es necesario revisar la obra de
Miguel Roca en “Ni con Lima ni con Buenos Aires” nos da conocer su tesis de que
las republiquetas que se encontraban en el territorio de la Real Audiencia de
Charcas tenían un arraigo muy grande no solamente con el territorio, sino
también con hábitos y costumbres compartidas independientemente de las
diferencias existentes entre ellas. Fue así que el gran Casimiro Olañeta fue el
eje articulador entre ellos para la creación de Bolivia. Podemos mencionar que
una icónica victoria de los patriotas se llevó a cabo el 18 de noviembre de
1841 en la batalla de Ingavi donde a pesar de los conflictos internos y de las
diferencias entre las regiones de aquel entonces, todos fueren a la defensa de
la patria.
Sobre
nuestra etapa nacionalista debemos referirnos a la revolución de abril de 1952
que tiene como principales protagonistas a la élite del Movimiento Nacionalista
Revolucionario de aquel entonces. A la cabeza de Víctor Paz Estenssoro,
Hernando Siles Zuazo, Juan Lechín Oquendo, Walter Guevara Arze, entre otros de
una larga pléyade movimientista con intelectuales que en su momento abrazaron
las banderas de la revolución. La revolución nacional tenía como objetivo la
homogenización de la cultura, la creación del mestizaje (étnico) fue el enclave
para hablar de la alianza de clases y donde el español se convierte en el idioma
franco pese a las demás lenguas existentes en el territorio. Para imponer sus
ideas en todo el proceso revolucionario acabaron con toda crítica y
discrepancias mediante los campos de concentración instaurados por el régimen
donde uno de los más conocidos fue el de Curahuara de Carangas y la masacre
perpetrada en Terebinto.
A
nombre de nación y patriotismo la humanidad ha cometido todo tipo de
atrocidades que podríamos imaginar. Lo último que hemos observado con disgusto
fue la interpretación de “Mi Mar” por parte de la exdirectora de la Orquesta Sinfónica
Nacional, Roxana Piza. Ella se escudó bajo estos dos términos para tratar de
defender su atolondrado accionar.
La
lección que debemos aprender es que más allá de las derrotas y añoranzas que
podemos tener sobre lo que nos sucedió en nuestra historia, debemos tener la
capacidad de mirar adelante y avanzar por mejores días y dejar de lado la
actitud de plañidera que no nos deja salir de nuestro espacio de confort.
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