Jorge Roberto Marquez Meruvia[1]
Hace 33 años Bolivia goza de la
democracia de manera ininterrumpida, una democracia muy criolla, exageradamente
a la boliviana. Estos 33 años pueden ser fielmente descritos por una frase
lanzada en la década del 60 del siglo XX por Sergio Almaraz Paz: “Bolivia es el
país donde todos es mezquino, menos el sufrimiento”, para escenificar el irreflexivo
accionar del político boliviano, también podemos agregar a Tom y Vinicius: “a
insensatez que voce fez…”. En un ejercicio ciudadano, de curiosidad por el
significado de las cosas vamos a continuar con la hercúlea tarea de repasar ese
extraño y al mismo tiempo lejano concepto que le denominamos democracia.
En
la Grecia clásica Herodoto nos narra uno de los primeros conflictos entre las
tres formas de gobierno. Otanes, Megabizo y Darío discuten acaloradamente sobre
la futura forma de gobierno de
Persia. Darío, hace una excelente apología de la monarquía; Megabizo,
brillantemente nos menciona el arduo trabajo de la aristocracia; y Otanes, toma
la defensa por el gobierno popular llamado “isonomía” (igualdad frente a la ley
o, igualdad de las leyes) bajo el siguiente argumento: “cómo cabe en realidad
que la monarquía, a cuyo capricho es dado hacer impunemente cuanto se le
antoje, pueda ser un gobierno justo y arreglado.” A lo cual Darío responde
(apoyado a Megabizo): “Nada hay […] más insolente en el querer que el vil y
soez populacho” gobierne, ya que “a manera de un impetuoso torrente lo abate y
arrastra todo.”
Platón
en la “República” donde nos describe a las cinco formas de gobierno:
aristocracia, timocracia, oligarquía, democracia y tiranía, donde la única rescatable
es la aristocracia, ya que “nace, pues, la democracia, creo yo, cuando los
pobres, victoriosos de sus contrarios, matan a unos, destierran a otros, y
comparten igualitariamente con los que quedan el gobierno y las magistraturas,
que en este régimen, además, suelen cubrirse por sorteo.” También, define a la
democracia como “gobierno del número” y “el gobierno de los muchos” o “de la
multitud”. En su división de formas buenas y malas la democracia es la menos
buena de las formas buenas y la menos mala de las formas malas: “Bajo cualquier
consideración es cansancio, y no combina mucho de bueno ni de dañino, en
comparación con las otras formas, porque en ella están desmenuzados los poderes
en pequeñas fracciones, entre muchos. Por eso de todas las diversas formas
legales, es ésta la más infeliz, mientras que de todas las que están contra la
ley, es la mejor, y si todas son desenfrenadas, es en la democracia donde se
vive mejor; en cambio sí son bien ordenadas, es en ella donde es menos
agradable vivir”. En las “Leyes” la democracia es bautizada como el régimen “de
la libertad demasiado desenfrenada”.
La
tipología aristotélica, la cual distingue tres formas puras y tres formas
corruptas, según quien haga uso del poder, ya sea con interés general o propio,
el “gobierno de la mayoría” se distingue del gobierno de pocos, es llamado “politia”
y la democracia es asignada a la forma corrupta, definida como el gobierno “con
ventaja de los pobres”. De la democracia entendida en el sentido más amplio
Aristóteles subdistingue cinco formas: la primera, ricos y pobres participan en
las mismas condiciones (la mayoría es popular únicamente porque la clase
popular es la más numerosa); segunda,
los cargos públicos son asignados sobre la base de un censo muy bajo;
tercero, son admitidos en los cargos públicos todos los ciudadanos excepto los
privados de los derechos civiles luego de un procedimiento judicial; cuarto,
son admitidos a los cargos públicos todos los ciudadanos sin distinción; y
quinto, sean cuales fueren los derechos políticos, es la masa y no la ley la
que se considera soberana (domino de los demagogos, la forma corrupta del
gobierno popular).
El
ejercicio de sensatez en una sociedad informal como la boliviana, es una labor
muy mal vista y es por eso que gracias a estos apuntes, me gane el desprecio de la
población en general y como mencionaría Javier Krahe: “gracias a mi conducta
vagamente antisocial temo no verme nunca encaramado a un pedestal: no alegrará
mi efigie el censo de monumentos” al igual que: G. Francovich, A. Costa du
Rels, A. Chirveches, A. Arguedas, HCF Mansilla y un largo etcétera.