Jorge Roberto Marquez Meruvia[*]
Los colombianos han hecho historia el 2 de octubre de
2016. Con el 50,2% de los votos le dijeron NO y rechazaron el acuerdo de paz
entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)
contra 49,7% que le dijeron sí al acuerdo. No debemos olvidar que éste proceso
electoral conto con el 60% de abstención. El romanticismo del “sí” no pudo
cambiar la realidad del escenario catastrófico de más de 50 años de conflicto
armado donde el 80% de afectados son ciudadanos. El borrón y cuenta nueva que
representaba el “sí” por la paz no pudo desaparecer bajo el tapete el dolor de
miles de familias colombianas que perdieron a sus seres queridos. La victoria
del NO representa que los ciudadanos le dicen a su gobierno y a la guerrilla
que la paz NO se condiciona.
El expresidente Álvaro Uribe que encabezaba el voto
por el NO mencionó a los medios de comunicación que “la
paz es ilusionante, los textos de La Habana son decepcionantes”. Después de la
victoria del NO en el plebiscito, podemos estar seguros que actuó el espíritu
crítico. Al respecto Enrique Fernández mencionaba hace un par de meses que “Cuando
es una manifestación del espíritu crítico, ese par de letras surge tras un
análisis profundo y auténtico que realiza quien lo emplea. No pensamos, por lo
tanto, en la negativa que llevan a cabo seres caprichosos, sin deseos de luchar
contra sus prejuicios, supersticiones e insuficiencias. Es innegable que
cualquiera puede pronunciar esa voz, incluso escribirla con letras
descomunales, salvo si alguna patología se lo impide. Lo que no todos pueden hacer
es sostener esa posición frente a variados detractores. Más no se debe imaginar
solo al prójimo que rechaza tal postura, pues podemos ser también nuestros
propios enemigos. No es infrecuente que alguien se proclame cansado de una
situación determinada y, poco después, se retracte, sea expresa o tácitamente.
El desafío es ser consecuentes con esa decisión”.
El
escenario colombiano es complicado como en cualquier otra zona del mundo donde
existe un conflicto armado. La impopularidad de la guerrilla y el control que
tiene en varias zonas del país es muy conocida por la ciudadanía colombiana.
Además, hay que mencionar que estos territorios tienen su “propia moneda” que
es la pasta base de cocaína y su cuidado a plantaciones de coca y “cobro de
impuestos” a los narcotraficantes para llegar a su materia prima ha salido en
medios internacionales gracias a documentales. El acuerdo FARC-Gobierno tenía
entre sus puntos que los líderes guerrilleros podían participar activamente en
política y que ninguno asumiera responsabilidades sobre sus crímenes. Es
posible que esos puntos del acuerdo hayan calado en gran parte de los votantes
que irían por el “sí”.
El
resultando también demuestra la polarización del escenario político colombiano.
Sin embargo, tiene la capacidad de mostrar al mundo que la paz se debe
construir y seguir trabajando para conseguirla, ya que el romanticismo de un “sí”
no hubiera podido convertir a los guerrilleros de la FARC en beatos de la noche
a la mañana. La paz en Colombia es un proceso de largo plazo donde uno de sus pasos
más importantes es el cese al fuego y la futura transformación de guerrilleros
a ciudadanos.
Colombia
le ha demostrado al mundo el valor de la democracia y el ejercicio de la ciudadanía.
El NO representa que la paz no debe tener condiciones y que debe ser construida
por todos.
Excelente análisis. Hay variables políticas muy interesantes que han jugado, por ejemplo, lo inaudito de querer financiar un "movimiento bolivariano" (como todos los fracasados de la región) con recursos estatales, del narcotráfico y de las propias víctimas. Inaudito si, pero sigue una parte de los fundamentos de esta filosofía política que tanto daño le hace a sus respectivos y populistas países. Es la sabiduría de un pueblo, el colombiano, que no va a claudicar tan fácilmente como otros.
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