lunes, 23 de marzo de 2015

Idus de Marzo de la oposición



El fracaso es potencialmente un tormento dulce que está por venir. Aunque desde lo más profundo de nuestro ser lo neguemos y veamos al fracaso con temor; más aún si hay poder en juego, terminamos siendo poco racionales y críticos de nosotros mismos. Cometemos errores, olvidando lo implacable que suele ser la Ley de Murphy: “si existe la posibilidad de que varias cosas vayan mal, la que cause más perjuicios será la única que salga mal” que en el caso boliviano es una constante y ahora la podemos ver en la perdida de personería jurídica de Unidad Demócrata en el Beni. El error garrafal de Carmelo Lenz puede interpretarse como “ingenua” y de optimismo desbordante, no olvidemos que “sólo una comunidad puede brindar la seguridad emocional y el reconocimiento primordial –exento del principio de rendimiento y desempeño-”[1], terminamos cometiendo pequeños deslices que pueden convertirse en grandes “catástrofes”. Los políticos parecen olvidar en el escenario en el cual se desenvuelven, muy idealistas cometieron el pequeño error de pensar por un instante que el Tribunal Supremo Electoral es “imparcial” y que vivimos en un Estado institucionalizado con una sociedad abierta, que dejo atrás la sociedad informal y limitada[2]. Un pequeño desacierto los dejo fuera de la carrera electoral en el departamento del Beni, un pequeño problema de memoria hizo que olviden la Ley de Régimen Electoral que dice en su artículo 136: “Las organizaciones políticas que difundan resultados de estudios de opinión en materia electoral, por cualquier medio, serán sancionadas por el Órgano Plurinacional Electoral con la cancelación inmediata de su personería jurídica”.
Este suceso puede explicarse con distintas interpretaciones, la más usual y que se repite a cada momento desde 2006 es: el abuso de poder y autoritarismo del Movimiento al Socialismo. Obviamente, estas actitudes son tomadas como grandes novedades, olvidando que dentro de nuestra cultura política es algo muy usual. Por ejemplo la Revolución de 1952, es la más clara muestra de autoritarismo y abuso de poder, que como mencionamos anteriormente es muy recurrente en nuestra historia. Lo preocupante del caso, no es el abuso de poder que los gobernantes comenten (quien tiene el poder termina siendo autoritario, no importa si es de “derecha” o “izquierda”), o que ya estamos acostumbrados a que estás cosas sean recurrentes en todos los niveles del Estado, sino que la que se califica como oposición es un grupo de personas a la cual se les acaba el discurso de ser diferentes y que tienen un plan para cambiar Bolivia, sin olvidar la ingenuidad con la cual tanto en la campaña nacional como en las subnacionales se desenvuelven. Estos males no son solamente de Unidad Demócrata, también de todos los que dicen ser oposición cometen este “pequeño” fallo: tratar de tomar el poder político cueste lo que cueste, sin crear bases partidarias fuertes, ideologías o programas con los cuales los bolivianos los apoyen. Y simplemente se dediquen a crear propaganda que va directamente a las emociones de las masas. Otro gran problema dentro de la política boliviana es casi de trama sentimental del político. No olvidemos que tras metidas de pata actúan emocionalmente, como sabemos, ejemplos sobran: Samuel Doria Medina, Jaime Navarro, Jorge Pérez, Juan Ramón Quintana, Evo Morales, etc. A este selecto grupo también podemos agregar a Ernesto Suárez que de manera dramática (muy común en el país), entro en huelga de hambre tratando de doblegar la sentencia ya conocida del Tribunal Supremo Electoral. La senadora Jeanine Añez tampoco anda exenta de la lista de honor ya que condeno de forma visceral al gobierno: “¡que se pudran en el infierno!”, olvidando que “quién entra en política, pacta con el diablo”[3] y que en el más allá se encontrara con ellos.
La democracia boliviana una vez más fue golpeada, lamentablemente ese golpe será una estadística más en nuestra historia. Lo preocupante es, si realmente esos que se hacen llamar oposición dejarán de improvisar, o es que merecemos otra oposición alguito más sería y racional.



[1] Richard Sennett; Jonathan Cobb, The Hidden Injuries of Class, New York: Knopf 1972
[2] Douglass C. North, Institutions, Institutional Change and Economic Performance, Cambridge University Press, 1990
[3] Max Weber, La política como profesión, Editorial Espasa Calpe, Madrid – España, 1992

No hay comentarios.:

Publicar un comentario