martes, 27 de octubre de 2015

Apuntes sobre la Democracia para políticos bolivianos II

Jorge Roberto Marquez Meruvia[1]


          Hace 33 años Bolivia goza de la democracia de manera ininterrumpida, una democracia muy criolla, exageradamente a la boliviana. Estos 33 años pueden ser fielmente descritos por una frase lanzada en la década del 60 del siglo XX por Sergio Almaraz Paz: “Bolivia es el país donde todos es mezquino, menos el sufrimiento”, para escenificar el irreflexivo accionar del político boliviano, también podemos agregar a Tom y Vinicius: “a insensatez que voce fez…”. En un ejercicio ciudadano, de curiosidad por el significado de las cosas vamos a continuar con la hercúlea tarea de repasar ese extraño y al mismo tiempo lejano concepto que le denominamos democracia.

En la Grecia clásica Herodoto nos narra uno de los primeros conflictos entre las tres formas de gobierno. Otanes, Megabizo y Darío discuten acaloradamente sobre      la futura forma de gobierno de Persia. Darío, hace una excelente apología de la monarquía; Megabizo, brillantemente nos menciona el arduo trabajo de la aristocracia; y Otanes, toma la defensa por el gobierno popular llamado “isonomía” (igualdad frente a la ley o, igualdad de las leyes) bajo el siguiente argumento: “cómo cabe en realidad que la monarquía, a cuyo capricho es dado hacer impunemente cuanto se le antoje, pueda ser un gobierno justo y arreglado.” A lo cual Darío responde (apoyado a Megabizo): “Nada hay […] más insolente en el querer que el vil y soez populacho” gobierne, ya que “a manera de un impetuoso torrente lo abate y arrastra todo.”

Platón en la “República” donde nos describe a las cinco formas de gobierno: aristocracia, timocracia, oligarquía, democracia y tiranía, donde la única rescatable es la aristocracia, ya que “nace, pues, la democracia, creo yo, cuando los pobres, victoriosos de sus contrarios, matan a unos, destierran a otros, y comparten igualitariamente con los que quedan el gobierno y las magistraturas, que en este régimen, además, suelen cubrirse por sorteo.” También, define a la democracia como “gobierno del número” y “el gobierno de los muchos” o “de la multitud”. En su división de formas buenas y malas la democracia es la menos buena de las formas buenas y la menos mala de las formas malas: “Bajo cualquier consideración es cansancio, y no combina mucho de bueno ni de dañino, en comparación con las otras formas, porque en ella están desmenuzados los poderes en pequeñas fracciones, entre muchos. Por eso de todas las diversas formas legales, es ésta la más infeliz, mientras que de todas las que están contra la ley, es la mejor, y si todas son desenfrenadas, es en la democracia donde se vive mejor; en cambio sí son bien ordenadas, es en ella donde es menos agradable vivir”. En las “Leyes” la democracia es bautizada como el régimen “de la libertad demasiado desenfrenada”.

La tipología aristotélica, la cual distingue tres formas puras y tres formas corruptas, según quien haga uso del poder, ya sea con interés general o propio, el “gobierno de la mayoría” se distingue del gobierno de pocos, es llamado “politia” y la democracia es asignada a la forma corrupta, definida como el gobierno “con ventaja de los pobres”. De la democracia entendida en el sentido más amplio Aristóteles subdistingue cinco formas: la primera, ricos y pobres participan en las mismas condiciones (la mayoría es popular únicamente porque la clase popular es la más numerosa); segunda,  los cargos públicos son asignados sobre la base de un censo muy bajo; tercero, son admitidos en los cargos públicos todos los ciudadanos excepto los privados de los derechos civiles luego de un procedimiento judicial; cuarto, son admitidos a los cargos públicos todos los ciudadanos sin distinción; y quinto, sean cuales fueren los derechos políticos, es la masa y no la ley la que se considera soberana (domino de los demagogos, la forma corrupta del gobierno popular).

El ejercicio de sensatez en una sociedad informal como la boliviana, es una labor muy mal vista y es por eso que gracias a estos apuntes, me gane el desprecio de la población en general y como mencionaría Javier Krahe: “gracias a mi conducta vagamente antisocial temo no verme nunca encaramado a un pedestal: no alegrará mi efigie el censo de monumentos” al igual que: G. Francovich, A. Costa du Rels, A. Chirveches, A. Arguedas, HCF Mansilla y un largo etcétera.



[1] Politólogo

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