lunes, 1 de agosto de 2016

Donde todo es mezquino




Jorge Roberto Marquez Meruvia[*]

Bautista Saavedra quien fuere presidente de Bolivia en “La democracia en nuestra historia” censuró de manera frontal los intentos de uniformamiento social. “La igualdad, la uniformidad, la unanimidad”, según Saavedra, eran la base de la negación de la autonomía, de la democracia, de la libertad. Sólo en un ambiente de diferencias y disparidades tiene la capacidad de florecer la “hermosa armonía de desigualdades”. Bolivia es esa armonía desigual, claro ejemplo son los pisos ecológicos que forman el territorio boliviano: los andes, valles y llanos son una clara muestra de diversidad.

La aventura para la creación de Bolivia comienza con el Decreto del 9 de febrero de 1825 dictado por el General Antonio José de Sucre. El decreto en unos de sus puntos menciona: “El objeto de la Asamblea General será sancionar un régimen de gobierno provisorio, y decidir sobre la suerte y los destinos de estas provincias, como sea más conveniente a sus intereses”. Hasta ahora se discute la participación de Casimiro de Olañeta quien fuera la figura que inspiro el decreto del Mariscal Sucre. Así comenzó el nacimiento de la diversidad, de la “armonía de desigualdades”. Siglos después un español como Joan Prats tendría la capacidad de explicar razonable y románticamente el “¿Por qué amamos Bolivia?” La respuesta es la diversidad, no podemos entender lo boliviano sin lo chapaco, colla, valluno, capitalino, camba, etc. Tenemos la suerte de la riqueza multicultural y no la pobreza de una unanimidad nacional.

Sin embargo, últimamente en las regiones se encuentra el fenómeno de exacerbar nacionalismos, posiblemente se deba al influjo de la globalización, la cual, necesita cada vez un mundo más homogéneo y los guardines de la tradición al no poder contrarrestarla se apoyan en mitos y creencias populares, estos guardianes y sus seguidores posiblemente al no poder entender la diversidad se apoyan en sus más básicas certezas. Ellos posiblemente no conocen la sentencia de Schopenhauer… “cuando menos razones tiene un hombre para enorgullecerse de sí mismo, más suele enorgullecerse de pertenecer a una nación” y de la perversión patriótica la cual mencionaba Oscar Wilde. Ser universal, o de tener esa pretensión es un ejercicio de muy pocos hombres en Bolivia.

Los bolivianos universales fueron aquellos que se ganaron los agravios de su sociedad. Debido a que ésta sufre porque sus autoridades no han hecho el trabajo necesario para dar a conocer la obra de sus hijos más preclaros, de sus hijos más universales. La población boliviana en todos sus estratos sociales y ámbitos geográficos, no logran sentir admiración ni cariño hacia esfuerzos científicos e intelectuales. Los bolivianos universales de todos los tiempos como ser: Gabriel René Moreno, Enrique Finot, Armando Chirveches, Alcides Arguedas, Julio Méndez, Guillermo Francovich, Alfonso Costa Du Rels, Sergio Almaraz, Ricardo Jaimes Freyre y un largo etcétera, forman parte del rincón del olvido. Ya que parece que es pecado pensar de una manera crítica y decirle a la gente lo que no quiere escuchar. Empero, tuvieron la valentía de dejar en sus obras una interesante crítica a la bolivianidad y a sus actitudes, lo que H. C. F. Mansilla denominaría la “Bolivia profunda”, aquella que es parte de los hábitos y comportamientos de la sociedad, esos comportamientos y hábitos que son temporales y por desgracia pueden durar siglos.

Para esos pensadores bolivianos, aquellos que buscan crear fisuras en el pensamiento e instigar a la rebeldía de nuestra forma de ser, posiblemente se encuentren identificados con una sentencia llena de dolor de Sergio Almaraz: “Bolivia es el país donde todo es mezquino, menos el sufrimiento.”  
  



[*] Politólogo 

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